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lunes, 23 de enero de 2017

EL ‘TORNADO DEL YO’ y SU DISOLUSIÓN A TRAVÉS DEL ‘TRABAJO INTERIOR’


  
 ELCONOCIMIENTO DE SÍ MISMO y LA EVOLUCIÓN DEL ALMA


¿Qué es el yo?

           
            El Yo Soy, siendo la primera persona del verbo “ser”, es en realidad “el SER”, al cual algunos llaman PRESENCIA ó Testigo. El Ser es la Vida universal, es decir una Única Vida expresándose en y a través de infinidad de miríadas de formas, visibles e invisibles, en todos los planos en que se manifiesta dicha VIDA.
El SER es la Presencia en el Todo. Al decir “Yo Soy”, sabiéndolo o no, estamos haciendo referencia a esta infinita y siempre presente e indivisa VIDA en nosotros. Por lo tanto: todos somos, y todas las cosas son, esta VIDA en manifestación.

            Ahora bien: ¿Qué sucede con la conciencia del hombre…? Si en realidad no podemos ser otra cosa más que esa Vida Divina e infinita… ¿por qué el hombre se refiere a sí mismo comúnmente diciendo cosas como: “soy pequeño, o alto”, “soy delgado, o gordo”, “soy alguien insignificante”, “soy peor o mejor que los demás…”, “soy de tal nacionalidad…, abogado, con hijos…, ó… soy obrero, soltero…”, “soy incapaz …”, “yo soy el que piensa así, pero no de esa otra forma…”, etc. siendo estas identificaciones muy limitantes de la Vida universal…?

            Es evidente que el hombre vive aturdido por sus sentidos físicos y se ha enredado en las aparentes limitaciones que estos sentidos han reflejado de alguna manera en su conciencia. La mente humana concreta no ha ido más allá que la comprensión material de la existencia, y aún así, con deficiencias. Para quienes viven afirmando de sí mismos cosas semejantes, el sendero espiritual aún permanece cerrado, porque ese Sendero es el camino al SER, a la VIDA, es la vuelta al Yo Soy Real, sin limitaciones.
Es por esto que hay que hacer una distinción entre lo que sería el “Yo Soy” o Ser puro, que es VIDA ilimitada, y lo que es el “yo psicológico” ó yo personal ó ‘ego inferior’ (como también se le suele llamar). La palabra “yo” se suele emplear para ambos niveles, pero significan algo totalmente diferente. Estos conceptos tienen que estar claros, para el comienzo de lo que llamamos “conocimiento de sí mismo”, por que…: ¿Qué es el “sí mismo”? He aquí la cuestión central de este tema, y de alguna forma ya fue expuesta la temática.

            Para que el Ser puro fluya libremente a través de la conciencia del hombre, se debe producir una purificación de la conciencia, o de la mente; porque la mente humana, al estar tan condicionada por el trasfondo psicológico de experiencias y creencias, no puede dejar pasar los rayos luminosos de “el Sol del Ser”. Por eso, la tarea interior es, en primer lugar, observar y conocer al “yo psicológico”; descubrirlo en nosotros mismos; porque solo al ver y darnos cuentas de las “nubes” en el cielo astral y mental podremos despejar el cielo para que el Sol penetre con sus rayos en la conciencia. Todo esto es lo que podríamos llamar “purificación”.

            Siguiendo con la reflexión, veamos mejor qué sería el “yo psicológico” o humano.

            ‘El yo humano es la identificación con el cuerpo y sus necesidades’. Esta sería la forma simple y sintética de enunciarlo, pero veremos que es más complejo que esto.
            El yo psicológico es un mecanismo de “identificación” que surge de la actividad de los sentidos físicos en su interacción con el medio, plagado de objetos, en el cual está inmerso el cuerpo  humano, y de cuya actividad, la mente crea conceptos e ideaciones. De esa interacción con el medio, también surgen los deseos de todo tipo. Según sean las experiencias que se produzcan, de placer o de dolor, en sus diferentes rangos y categorías (físicas, emocionales y/o mentales), se producirán en la conciencia reacciones de atracción o rechazo.
            El cuerpo físico, con su correspondiente cerebro y sistema nervioso, dan al hombre noción de estar separado de los demás objetos y del resto del mundo. Esta ‘sensación de separatividad’ que dan los sentidos físicos y el sistema nervioso relacionado, es más compleja si se agrega la vida afectiva, emocional, a esta ecuación.

            El yo es identificación con experiencias físicas, afectivas, emocionales y mentales; es un complejísimo mecanismo de “identificación” que incluye experiencias múltiples de atracción y rechazo, desde las vivencias más simples y tempranas del bebé recién nacido hasta las más complejas preferencias intelectuales de un adulto.  

Se nos hace muy difícil estudiar al yo, por que para hacerlo sin que quede solo en ideas teóricas, debemos entrar en un profundo descubrimiento de nosotros mismos. No nos bastará con estudiar la “anatomía” psicofisiológica y espiritual del yo en libros. Deberemos además conocer su “fisiología” (funcionamiento) íntegra, física y psicológica, a través de la observación directa en la vida diaria en las relaciones con los demás.

 El “yo” es nuestra naturaleza psicológica, por lo tanto, los libros pueden ayudar, pero no completar su estudio, hasta que no hayamos dado con ‘la causa del yo’ en nosotros mismos, a través de una comprensión directa.

            La naturaleza del yo es la misma en todos los seres humanos, por lo tanto, observarla y descubrirla en nosotros mismos es verla y descubrirla en los demás, ya que no hay separación en lo que respecta a la raíz del yo.

            Se ha dicho que el yo, como todas las cosas aparentemente objetivas, es ilusión, maya (algo “medible”, finito, por lo tanto ilusorio, ya que la Vida real es ilimitada, el SER es unidad indivisible; por lo tanto todo lo que aparente ser finito, medible y separado, sería en el fondo, ilusorio, irreal o relativo). Llegar a VER esta hipotética verdad sería vivir un proceso alquímico de la conciencia. Iremos viendo esto.
           
El yo es complejo, muy complejo y contradictorio. Por ejemplo: Alguien que se comporta agresivamente con su esposa e hijos, que manifiesta poder en forma violenta, es habitualmente alguien débil por dentro, es común que ocurra que haya sido sometido con violencia en su infancia. O, un hombre “machista”,  es alguien a quien le cuesta mucho reconocer su lado femenino, y lo rechaza criticando al género opuesto para realzar su aparente masculinidad. Otro ejemplo: Es común y corriente el ‘miedo a no ser querido’, pero coexistiendo junto al ‘miedo a dejarse querer’; por no querer sufrir nuevamente el dolor al abandono o pérdida del amor. En este ejemplo se presenta una típica contradicción interna: el miedo a no ser amado junto al miedo a dejarse amar. Este tipo de contradicciones forman parte del yo psicológico.
La contradicción o incoherencia es una de las razones de la complejidad del yo, pero otra es su característica de poseer múltiples facetas. Hay quien ha dicho que no existe solo un yo, sino múltiples yoes en un mismo individuo, es decir tendencias y deseos diferentes y contrapuestos que reclaman su lugar en el individuo. En su interior, se libra una lucha permanente entre esas tendencias, hábitos y deseos, muchas veces contrapuestos. El hombre no puede estar en paz porque esa lucha entre “yoes” permanece en su interior. Se ha llamado a esto “fragmentación”, estar divididos o fragmentados internamente, con contradicciones, lo cual genera un permanente conflicto.

El conflicto pareciera ser parte constitutiva del yo psicológico. Ahora nos podemos preguntar: ¿Qué puede hacer el hombre al respecto…?
En primer lugar diría que nada puede hacerse sin autoconocimiento. Realizar un buen estudio sobre la constitución humana es lo primero. Sin una base sólida en esto será muy difícil, si no imposible el autoconocimiento. Además habremos de aplicar el método de autoobservación, como ya se expresó, en un estado de alerta interior. En síntesis: estudio y observación de sí mismo y de todo lo que nos rodea en forma holística.
En el sendero del autoconocimiento debemos ser capaces de ver y enfrentar lo que nos sucede, es decir, no escapar ante lo que nos pasa internamente, sino aceptarlo, sea lo que fuere, aceptarlo sin juicios de valor. Como el hombre está lleno de juicios de valores y creencias culturales, religiosas, morales, etc., no puede aceptar las cosas como son. Por ejemplo, ‘el machista’ debería aceptar que, como todo hombre, tiene en sí mismo aspectos femeninos (lo cual no ocurre por que justamente es “machista”, por negarlo); el violento e iracundo debería aceptar su debilidad y falta de amor que tiene por dentro…, hay aparentes filántropos que deberían aceptar su egoísmo oculto, el celoso debería ver y aceptar su apego.... En fin, es evidente que se necesita de una preparación y maduración interna para aceptar sin resistencias “lo que es” tal como es, no como quisiéramos que fuese, y para esto es necesaria apertura e ‘inteligencia’ (no solo intelecto). Para este tipo de autoconocimiento debemos estar dispuestos a morir a los ideales y arquetipos de perfección y a dejar de lado los “ideales” y “modelos” morales, porque quien los porte podrá observar resistencias a ‘ver lo que es, tal cual es’. Esas resistencias y negaciones a “ver” vendrán desde el trasfondo psicológico lleno de modelos, creencias, hábitos de pensamientos familiares, culturales, religiosos, etc. Hay quien podrá decir que no puede renunciar a los ideales, porque son el rumbo de su propia vida… Bien, quien no pueda hacerlo, seguirá con sus ideales a cuestas, porque por ahora forman parte de su necesidad psicológica; pero para el verdadero autoconocimiento la renuncia a los modelos es vital. No hace falta llevar ideales y arquetipos de perfección en nuestra mente, aferrándonos a los mismos, porque si acaso tal perfección existiese, no precisaría de nuestra adhesión y apego, sino que tendría existencia por sí misma. Por lo tanto podríamos dejar de lado todo lo que en nuestra mente pueda funcionar como “estorbo” para el autoconocimiento. En todo caso, observar y conocer nuestro apego a ideales formaría parte del mismo autoconocimiento.
Empezar a vaciarse de tantas creencias, modelos y juicios conscientes e inconscientes tiene relación con el proceso de “desaprender”, del cual algunos hablan…

            Podríamos definir al yo personal como una entidad muy compleja de mecanismos kamamanásicos (deseo y mente en conjunto), donde existirían elementos psicológicos no solo de la presente vida, sino gérmenes activos de vidas pasadas que, en forma de “skandhas” (tendencias, hábitos físicos, mentales, etc.) influyen en la propia y  actual existencia.

También se podría decir, si nos permitimos ser creativos en tan obstruso tema,  que EL YO PSICOLÓGICO ES UNA GRAN FORMA MENTAL-ASTRAL, que incluye imágenes, creencias, emociones y formas de pensamiento de diferentes tipos e índoles. El yo vendría a ser la “forma mental madre” de todas esas energías siempre en movimiento en torno a un centro de identificación personal.
Podríamos visualizarlo, si quisiéramos ponerlo en una imagen, como un gran tornado de energías vibrantes de todo tipo, girando sobre sí mismas y trasladándose sin cesar, siendo capaz de arrancar y ‘fagocitar’ lo que encuentra a su paso y de ‘destruir’…, aunque es de suponer que llegado el momento pierda su fuerza y desaparezca, al igual que como ocurre con un tornado en la Naturaleza. Los tornados se forman y existen un determinado tiempo, luego se disuelven, como todo en la manifestación. Como el yo psicológico es un producto o subproducto más de la manifestación universal en una determinada fase evolutiva de la Conciencia, la lógica nos llevaría a determinar que, como ocurre con todas las demás cosas manifestadas, llegado su momento, también se extinguiría. En todo caso, cierto es que tal extinción no sería de modo alguno desaparición, sino transformación; porque nada se pierde en el Universo, todo se transforma. Por lo tanto, la extinción del yo humano, sería en realidad una absoluta transformación alquímica, tan profunda en su misma esencia, que no sería incorrecto hablar de “extinción” (concepto polémico para algunos investigadores), ya que como tal, el yo separado o individualidad dejaría de existir para seguir existiendo como “algo” enteramente diferente. Ese es el significado de Nirvana, extinción, disolución.

 La fuerza del ‘tornado del yo’ está compuesta, como dijimos, por energías etéricas, astrales y mentales de diferentes cualidades, muchas de las cuales se contraponen entre sí generando aún más violencia y fricción en el interior del tornado.
            Ahora bien, el centro del tornado está formado por una simple cosa: “inseguridad” y “miedo”, que son como las dos caras de una misma moneda. Estas dos energías son las generadoras de la complejísima gama de energías que se ponen en giro en su derredor. Esa inseguridad es la base del tornado del yo, por que proviene del sentimiento de separatividad.


¿Cómo se formael tornado del yo”?


Al surgir en los inicios de la individualización la sensación de separatividad, la mente psicológica experimenta “inseguridad”. Esto es lo primero. Luego comienza la búsqueda de la seguridad y la pérdida constante de la misma, porque se busca la seguridad en cosas finitas, caducas y perecederas, en el mundo material, por lo tanto surge seguidamente el “miedo” a la pérdida constante de seguridad. De esto se deduce que inseguridad y miedo serían la base o raíz misma del yo psicológico.

            El regreso a la Conciencia de Unidad, a la VIDA, al SER o Yo Soy puro, (en forma consciente), es la disolución progresiva de toda separación, y por lo tanto, el fin de la inseguridad y del miedo. Este “fin” de la separatividad es el fin del sufrimiento que la misma produce, y es a lo que se ha llamado Moksha (Liberación) y Nirvana (extinción o fin de la naturaleza inferior)..

 El proceso de la vuelta a la Armonía y la Paz, el regreso a la Unidad, al Amor impersonal, que es el Alma de todas las cosas visibles e invisibles, va diluyendo el tornado del yo psicológico, va disolviendo o restando fuerza a la ilusión del yo limitado o personal. Todo el aprendizaje ganado en forma de COMPRENSIÓN generado durante los ciclos reencarnatorios que la individualidad atravesó, es finalmente sintetizado y absorbido por la Mónada, que siendo en los inicios de la evolución tan solo una “Chispa Divina” de la Esencia de Vida Universal, ahora se ha transformado en “Fuego ardiente de Conciencia Espiritual”.


            He visto que existe una aparente contradicción entre los que afirman que el ‘yo’ no muere jamás, sino que se entrena y se expande, y los que pregonan que la iluminación del hombre es sinónimo de extinción del yo, de desaparición o muerte del ego. Podremos ver que, si profundizamos, ambas teorías aparentemente diferentes, se concilian.
            Hay pensadores, como Ramacharaka, que dicen que es un error pensar en que el yo es disuelto, sino que en realidad el yo se purifica y va expandiendo sus límites, cada vez más hacia la totalidad de la Vida. Podríamos coincidir con tal idea si pensáramos en que lo que en realidad es disuelto es el “yo psicológico”, lleno de trasfondo de limitación e ilusión; pero el YO SOY no puede ser disuelto por que es el SER, la Vida. Por lo tanto la Conciencia no es disuelta, sino que, como ya expresamos, se transforma, y sigue su proceso en la evolución en expansión. Lo que es disuelto y se extingue es la red enmarañada del yo psicológico. Es decir que lo que se extingue es la idea y sensación de ser un yo individual, separado y particular, diferente de los demás yoes y de los demás objetos.
           
            La disolvencia del yo psicológico se decanta por maduración evolutiva, por lo tanto es inútil ‘perseguir’ este objetivo porque no puede acelerarse a voluntad. Además, perseguir un “objetivo personal”, aunque este fuera de orden espiritual, es deseo y ambición: materiales de los que se compone el ego. Por lo tanto perseguir un objetivo, solo fortalecería al ego, en lugar de disolverlo… ¿Contradictorio no…? Todo esto requiere de discernimiento.
Lo que sí podemos decir es que, en todo esto, el autoconocimiento es necesario y vital. Podemos llamar “trabajo interior” al proceso consciente que nos lleva al autoconocimiento, y mediante ello, a la purificación de la conciencia. En este proceso, lo que es ilusión e ignorancia (de ‘lo que somos’…) debe transformarse en Sabiduría.

            Después de llegar a este punto en nuestro corto ensayo sobre este complejo tema, podríamos “hilar” más fino diciendo que ego y personalidad no son la misma cosa, aunque comúnmente van juntas.
            La personalidad es un conjunto de energías y atributos, desarrollados y/ó a desarrollar. El ego (ego personal) es identificación con los objetos, con los deseos y con las ideas; el apego e identificación a esos aspectos sería el ‘ego’ (el yo psicológico, diferente de ‘Ego’, con mayúscula).
            En el hombre común el ego casi siempre maneja a la personalidad a su antojo, pero a medida que el ego es observado, y reconocido en su ilusión, se va debilitando, y entonces es la energía Superior (‘Ego’) la que comienza a influir y a comandar a la personalidad. Durante este proceso se dice que el peregrino vive ciertas iniciaciones internas.
            Podríamos llamar “personalidad humana” a la que está unida al ego, mientras que llamaríamos “personalidad espiritual”, a la que, dejando al ego, se ha unido en mayor medida a la Voluntad superior.
           
Para ir cerrando este capítulo de reflexión (aunque en realidad nunca se cierra…), diremos, desde un punto de vista más esotérico, que la Mónada desciende a la materia con un Propósito: Evolución; y al llegar a la individualidad en la ‘forma hombre’, necesita del nacimiento del yo psicológico para generar experiencias de comprensión vital. El ego empírico es pues, necesario, y sirve a los intereses elevados de la Mónada.  A través de la extensa travesía de las sucesivas reencarnaciones, el aprendizaje vital resultante recogido en el cuerpo causal es absorbido finalmente, al final del proceso, por la Mónada. Esta es la extinción del ego y del cuerpo causal (que podríamos llamar alma), ya que todo el “Fuego de Conciencia” generado gracias a la fricción en la vida material, ha sido recogido finalmente por “El Padre” (la Mónada en el hombre).