1- La vida después de la muerte
En Teología cristiana (según lo
observado por quien esto escribe) se dice que existen 4 sitios posibles a dónde
va el alma humana después de la muerte:
1.
El Cielo: Interpretado como “La Vida Eterna”, junto a
‘Dios’.
2.
El Infierno: Interpretado como la condenación eterna.
3.
El Purgatorio: Sitio donde se purgan las penas y los
pecados o errores cometidos en la vida terrena.
4.
El Limbo: Sitio adonde van los bebés y niños al
morir.
Para la cristiandad mundial, que se basa en
antiguos dogmas teológicos, la vida del ser humano en la Tierra ocurre
solamente una vez, tras lo cual, después de la muerte, el alma irá a uno de
estos 4 sectores según sea su merecimiento de acuerdo a la conducta llevada en
la Tierra física, excepto los niños que serían “inocentes” y que por eso no
irían al Cielo, ni al Infierno, ni al purgatorio, sino a un sitio neutral
denominado, como vimos, “Limbo” (tema que será especificado en el desarrollo del título
subsiguiente).
Para la Teosofía y la Gnosis en general,
existe la coincidencia con la Teología cristiana, en la existencia de un “alma”
humana, y en la importancia de “la forma de vida” en la Tierra para lo que
acontecería después de la muerte. Esa es una coincidencia muy básica, pero
existe una gran diferencia en la explicación pormenorizada del proceso
que pasa el alma después de la muerte. Mientras que según la creencia cristiana
el alma viene una sola vez a la Tierra en un cuerpo humano tras lo cual luego
va a una de las 4 regiones mencionadas, para la visión esotérica (occidental y
oriental) el alma reencarna muchas veces en la Tierra material en diferentes
cuerpos humanos y en diferentes épocas (y en ambos sexos) para ir aprendiendo
las grandes lecciones de comprensión de la vida. Según esta idea, no bastaría
una sola vida física para que el alma humana pueda aprender todas las lecciones
que puede y debe aprender. La teoría de la reencarnación está presente aquí, y
se dice que también lo estaba en la Escrituras en los primeros siglos de la
cristiandad, y que en ciertos concilios papales se eliminaron tales citas
referentes a la reencarnación, porque eso quitaba poder a la Iglesia… Lo que
ocurre es que si el ser humano interpretaba que él mismo sería el dueño de su
destino y que para ello tenía muchas posibilidades (reencarnaciones) por
delante para poder equivocarse y enmendar errores, hubiese tenido mayor
libertad de elecciones y menos miedo. Para la Iglesia (o mejor dicho, para el
poder oscuro dentro de la misma, que en varias ocasiones dominó a la Iglesia) era
mejor erigirse como rectora y juzgadora de la conducta de los hombres y como la
portavoz de Dios, metiendo el miedo a la equivocación y al pecado, porque si “solo
existe una única vida material”…, tras la cual el hombre podría entrar al Cielo
o al Infierno…, siendo además el Infierno un sitio en donde penar en forma
eterna…, es evidente que esa creencia sería una buena manera de manipular al
pueblo a través del miedo, pidiéndole a la gente creyente limosnas, diezmos,
favores, etc. como método de ganarse “un lugarcito en el cielo”…
La creencia en la Teoría de la Reencarnación
(que para los ocultistas ya no es una simple teoría, sino una Ley que
pueden intuir y ver actuar) fue desmantelando ese plan de dominación de voluntades.
Los miedos metidos por la Iglesia Católica en la Edad Media comenzaron a
esfumarse ante la Luz de un Conocimiento más racional sobre la vida que fue
llegando poco a poco y tomando su sitio en el podio de grandes pensadores de
todas las épocas, ganando así terreno en la opiñon pública mundial.
La Ley de Reencarnación actúa junto a la Ley
de Karma, y se basan en la idea de que el alma humana no es algo inmutable y
estático creado por Dios, sino una substancia sutilísima (de materia mental
superior) que puede ir absorbiendo las esencias de comprensión que dejan el resultado
positivo de las experiencias en cada encarnación. Las almas humanas serían entonces,
como cálices o vasijas sagradas que recogen la sabiduría que la conciencia va
adquiriendo con el paso de las reencarnaciones. Lo que muere siempre es el
cuerpo material (o, según la Teosofía, “los cuerpos materiales”:
físico-etérico, astral y mental inferior) mientras que ‘la conciencia’ permanece (la conciencia sería el alma).
Este es un muy breve repaso de estos
conceptos, que se pueden encontrar en las filosofías de la India, en la
Teosofía, en el rosacrucismo, el gnosticismo, etc., por lo cual no lo detallaré
aquí. Lo que sí diré es que el Infierno, para la Teosofía, no
existe como tal, es decir, no hay una región a donde las almas de los indignos
van ‘para siempre’. Nada sería más erróneo que eso. Lo que sí existiría sería una
región purgativa, la más baja en el mundo astral, a donde irían las
entidades humanas más viles, y cuya naturaleza purgativa de expiación dolorosa
de sus faltas, sería de tal índole, que pudiera parecer a quienes pasan por
dicho sitio y experiencia que “no acaba nunca”… De allí que pueda parecer que
esta región inferior del plano astral fuese como un verdadero “Infierno eterno”…
Pero lo cierto es que en la evolución de las almas (o conciencias) nada hay
estático o eterno, sino que todos son
procesos de la conciencia, los cuales duran lo que deben durar, para
luego ser superados y avanzar. El nivel astral más bajo (el Infierno de los
católicos) tarde o temprano es superado y las almas pasan a un subsiguiente
nivel en la escala ascendente, y luego a otro, y a otro, hasta llegar al
instante en que ya es necesario “regresar” a la Tierra, es decir, “reencarnar”.
Este circuito virtuoso de las almas, se repite muchas veces, tantas como sea
necesario para el progreso de la conciencia interna (o alma). Tal circuito
virtuoso se da entre la Tierra y ‘el Cielo’. Pero: ¿Qué es el Cielo…?
Antes de reencarnar todas las almas entran a ‘un
descanso’. El sitio para ese descanso del alma sería lo que la Iglesia llama
“Cielo”. Pero al igual que el Infierno no es un sitio eterno, tampoco el Cielo
lo sería… (a no ser que el alma ya se haya liberado de la materia definitivamente y
entre el los cielos superiores, que son muchísimas moradas celestes, y no un
solo cielo).
En los
estudios esotéricos y metafísicos se considera que existen varios “cielos” a
los cuales el alma humana puede ingresar después de la muerte física. Así como
el plano astral posee niveles o esferas de vida, siendo la inferior ‘el
Infierno’ o nivel purgativo inferior;
así podríamos decir que el nivel superior del plano astral es “el 1°
Cielo”, porque es una región muy bella y especial en la cual
ingresan las almas que ya pasaron los niveles purgativos inferiores del plano astral.
En este “1° Cielo” hay paisajes similares a los de la Tierra física, pero mucho
más bellos y coloridos, y cada alma encuentra su propia morada allí… En tal
‘cielo’ o morada interna de la conciencia,
hay también plantas y animales (los que desencarnan en la Tierra están allí,
determinado tiempo). Allí el alma vive durante cierta cantidad de tiempo (que no se
mide como en la Tierra física, pero que es menor a la mitad de la vida que tuvo
la encarnación física),
para pasar luego al “2° Cielo”, en el plano
mental inferior”. A medida que el alma sube de nivel, la belleza es más
exquisita. Luego el alma, que vemos que tras la muerte física va peregrinando
por los mundos internos, entran finalmente en el “3° Cielo”
(esfera mental superior), en donde descansa antes de volver a renacer en la
Tierra material.
El “Cielo” de los cristianos podría referirse
a cualquiera de estos 3 niveles básicos (que otras escuelas dividen aún en más regiones), pero es más
factible que se refieran al “3° Cielo” que a los demás, porque es un sitio de
gran paz, armonía y descanso del alma. Lo cierto es que las almas más inmaduras
entran finalmente (después de muchas purgas y experiencias en los ‘cielos
intermedios’) al “3° Cielo” en forma inconsciente, y se duermen allí ‘como
niños’ antes de renacer en un nuevo cuerpo humano. Pero las almas más maduras y
conscientes entran a este Cielo en forma consciente, y también descansan
tranquilamente allí antes de reencarnar. Los más maduros pueden planear en
forma autoconsciente su próxima vida, junto a los Señores del Karma, que son
Inteligencias de la más alta Sabiduría en la Tierra.
Cuando el alma se vuelve sabia y madura en conciencia,
se libera del ciclo de reencarnaciones (samsara),
y pasa a otro nivel superior de evolución, más allá del actual entendimiento
humano (‘cielos superiores’ a los 3 mencionados). Esto significa que ya no está
obligada a reencarnar, aunque, por Ley de Servicio, puede decidir tomar cuerpo
humano nuevamente en algún momento, para ayudar de alguna manera requerida a la
Humanidad.
2- Dónde van los niños cuando mueren
Cuando la concepción se efectúa
comienza el proceso de gestación del nuevo ser humano, el cual ya no puede ser
detenido.
El proceso puede ser interrumpido en
el plano físico, por aborto, provocado consciente o inconscientemente, o por
causas kármicas; pero el ser humano fetal sigue su curso de gestación en los niveles
etérico y astral. Este es un hecho poco o casi nada comprendido. Es decir que
cuando la vida del feto termina en el plano físico, sigue sin embargo su
desarrollo en los planos suprafísicos. Entonces el feto (abortado en el plano
físico) entra en un estado de reposo en “un sector especial” del plano astral
al cual los teólogos han denominado el “Limbo” (sin dar muchas
explicaciones, que el esoterismo sí da, en parte, como estamos viendo).
Este sitio (el Limbo) es como “un
gran Hospital” en el cual tienen a los fetos etérico-astrales desarrollándose
en incubadoras. Por supuesto que todo allí es de materia etérea, solo visible
al ojo clarividente al cual se le dé un permiso especial para poder observar.
Lo que ocurre es que este es un sitio suprafísico muy cuidado al cual casi
nadie, excepto los médicos y asistentes astrales, pueden entrar.
Cuando el feto termina su
desarrollo, nace como “bebé astral”, y se desarrolla al amparo del amoroso
cuidado de madres postizas que allí trabajan. Los bebés astrales son criados y
crecen en este lugar hasta los 7 años; edad límite para la permanencia en el
limbo astral. A partir de esa edad los niños pasan a laguna estancia o morada
astral superior (seguramente 1° o 2° Cielo) en espera de reunirse con los
familiares que quedaron en el plano físico (lo cual sucede cuando estos, padres
y hermanos, desencarnan).
Los niños que fallecen en el plano
físico antes de los 7 años también entran en el Limbo y siguen el mismo proceso
de cuidado y atención amorosa, antes de pasar al siguiente nivel.
En síntesis: Todo esto quiere decir
que el humano-feto o el humano-niño que murieron en el plano físico pasan a
este sitio especial del mundo astral, y allí siguen sus desarrollos. El Limbo
no es un sitio a dónde van los bebés y niños desencarnados a quedarse para
siempre (como a veces se ha malinterpretado) sino que es tan solo “un tránsito”
(como en esoterismo teosófico se enseña).
A veces un niño que estuvo algunos
años completando su desarrollo infantil en el Limbo, vuelve a nacer en la misma
familia humana que lo vio partir (por aborto, muerte del bebé, o muerte en la
niñez) y así nace obteniendo una segunda oportunidad con los mismos padres (con
quienes puede estar enlazado kármicamente). Pero la mayoría de las veces siguen
creciendo en el plano astral durante años, hasta ingresar a una morada astral
(o del plano mental) correspondiente a su nivel de conciencia actualizado en
donde siguen su evolución experiencial, y no vuelven a tomar otra encarnación
en el plano físico hasta que no han fallecido los que serían sus familiares
físicos más directos (padres y hermanos que, tras su muerte, habían quedado en
la Tierra física), con los cuales se reúne finalmente después de una larga
espera en el astral. Esos encuentros son muy emotivos porque los padres, sin
noción de estas realidades, se encuentran con un hijo más (si no el único…), al
cual no consideraban, y si había hermanos, estos descubren a “este hermano que
estaba escondidito en otro plano”, pero muy real y tangible como entonces lo
pueden comprobar.
En esas instancias siempre hay
perdón y reconciliación, ante cualquier circunstancia acaecida, porque toda
alma que recién desencarna “pasa revista” como en una película en reversa, de
todos los acontecimientos de la vida física recién dejada, y así es capaz de
ver sus errores claramente. Esta condición de ‘revista’ y ‘toma de conciencia’
hace que luego, en el encuentro, todo esté claro y transparente, sin vericuetos
psicológicos.
Lo interesante es que cuando existe
un conocimiento de este tipo (esotérico-teosófico) los padres que tuvieron un
aborto o perdieron un hijo pequeño, sabiendo estas cosas, pueden hacerle sentir
al bebé o al niño todo su amor, aún desde la Tierra física, orando por él y
recordándolo con afecto, porque el “recuerdo afectuoso” es una energía que
llega al niño recién desencarnado (y llega aunque hayan pasado muchos años…) y
lo nutre en amor. Pero esto debe efectuarse sin apegos ni tristezas, porque
esas energías también llegan al niño y lo perturban en su estado de
recuperación en el Limbo. . .
Ahora bien: ¿Por qué motivo estos
fetos, bebés y niños menores mueren, sin poder vivir una larga vida como la
mayoría de los demás seres humanos…?
Porque de esa experiencia de “no poder nacer” o de “morir antes de poder vivir”…, tienen
algo que aprender esas almas. Tal vez en alguna vida anterior impidieron vivir
a otros, o impidieron un embarazo mediante aborto, etc. Las causas del
aprendizaje pueden ser variadas, pero el Karma actúa implacablemente, junto a
la Ley de Reencarnación… y los padres que son los que pierden el embarazo, el
bebé o el niño también tienen su aprendizaje…
Cada uno deberiera hacerse una
pregunta:
¿Qué me está enseñando esta
experiencia?
Y
SABER QUE TODO ES PARA EL BIEN DEL ALMA…
Suryanam Ra